Hace unos días, mientras conversaba con una líder de Talento Humano en una planta del Bajío, me decía algo que me quedó resonando: “. Tenemos programas de bienestar… pero la gente sigue agotada.” Y ahí me quedé pensando. Quizá el problema no está en los programas, sino en cómo hemos entendido el bienestar.
Durante años lo asociamos con pausas activas, talleres de yoga, charlas motivacionales o aplicaciones de meditación. Y no está mal —todo eso suma—, pero el punto de quiebre parece estar en otro lado: en cómo está diseñado el trabajo en sí.
Harvard Business Review publicó recientemente un artículo titulado “Why Workplace Well-Being Programs Don’t Achieve Better Outcomes” (octubre 2024). Ahí se explica algo que quienes trabajamos en organizaciones mexicanas conocemos bien: la mayoría de las iniciativas fallan porque atacan el síntoma, no la causa.
Mientras las empresas invierten en programas de bienestar, las condiciones estructurales —sobrecarga, falta de autonomía, turnos extendidos, supervisión rígida— permanecen igual. Es como si intentáramos curar el cansancio con una clase de respiración… sin modificar lo que genera el agotamiento.
En nuestro contexto mexicano esto se nota todavía más: Personas con más de un rol al mismo tiempo, líderes que cargan con demandas administrativas y emocionales sin espacio para procesarla, entornos donde “estar disponible” se volvió sinónimo de compromiso.
Ahí es donde el bienestar, entendido como estrategia organizacional, necesita subir de nivel.
Adam Grant, profesor de la Escuela de Negocios Wharton, propone un modelo que a mí me parece tremendamente útil y el cual ha sido eficaz en distintos países y culturas: Demanda – Control – Soporte. Y no habla de “ser positivos”, sino de rediseñar las condiciones bajo las cuales trabajamos.
- Demanda: ¿Qué tanto exigimos sin medir la capacidad real del equipo?
- Control: ¿Qué margen tienen las personas para decidir cómo hacen su trabajo?
- Soporte: ¿Qué tan segura es la red que los sostiene cuando el estrés aparece?
El burnout no se resuelve en la cabeza, sino en las circunstancias.
Y si lo pensamos desde la realidad mexicana, esto implica revisar las jornadas, los procesos de autorización, la distribución de tareas o incluso esa cultura tan arraigada del “me quedo más tiempo porque así se ve que estoy comprometido”. A veces, lo que se premia no es el rendimiento, sino la resistencia.
En México, la NOM-035 ya nos obligó a mirar los riesgos psicosociales. Pero más allá de cumplir, tenemos la oportunidad de traducir esa norma en algo más profundo: una cultura de cuidado mutuo.
Una cultura donde los líderes se pregunten no sólo “¿qué logramos?”, sino también “¿cómo lo logramos y a qué costo humano?”. Donde pedir ayuda no sea sinónimo de debilidad, y donde reconocer el cansancio no signifique falta de compromiso.
Quizá la verdadera innovación en bienestar no venga de la tecnología, ni de los talleres, sino de algo más simple y poderoso: la manera en que organizamos el trabajo diario. De ahí que, como dice Harvard Business Review, “no necesitamos más programas de bienestar, sino organizaciones que funcionen bien.”
Y tal vez esa sea la gran pregunta para quienes lideramos personas:
¿Cómo está diseñado el trabajo que ofrecemos? ¿Favorece el florecimiento o lo agota?
Porque al final, las empresas no se construyen sólo con talento: se construyen con seres humanos que quieren sentirse bien, útiles y conectados con lo que hacen. Y cuando eso ocurre, el bienestar deja de ser una meta… y se convierte en la forma más inteligente de hacer empresa.

Ana Nieto es una experta en desarrollo organizacional, liderazgo positivo y bienestar integral, con más de 20 años de experiencia en la creación de entornos de aprendizaje innovadores. Su trayectoria abarca desde el diseño curricular y la capacitación hasta el coaching ejecutivo, siempre con el propósito de potenciar el talento y el crecimiento humano dentro de las organizaciones.
A través de metodologías como la Indagación Apreciativa y la Psicología Positiva, Ana diseña soluciones personalizadas que impulsan el liderazgo y el bienestar en el ámbito empresarial y educativo. Su formación en Liderazgo Positivo y Administración con especialidad en Capital Humano le permite generar un impacto transformador en las organizaciones, promoviendo el florecimiento humano y el desarrollo de líderes con visión estratégica.